martes, agosto 19, 2003

Con esto de la literatura no sabes si las casualidades vienen a comer a tu mano, o eres tú quien, de manera inconsciente, enlaza los avatares. Lo digo a propósito de una cita anterior acerca de Erasmo, Valdés y demás reformistas. Acabo de leer El hereje la última novela de Miguel Delibes; no es una lectura reciente, pero hay que dejar reposar los caldos antes de catarlos. Aquí aparece, como contexto histórico de las desventuras de Cipriano Salcedo, la lucha religiosa en la España del XVI. Lucha desigual, claro: unos tenían las armas y otros ponían el miedo y el cuello.
Seguimos en las mismas, con montones de muertos por pensar diferente. A veces, hay que maquillarlo y decir que son terroristas, comeniños, negros, amarillos, rojos, judíos, pobres... En el fondo, siempre lo mismo: una pensamiento dominante dotado de todos los atributos para imponerse sobre las ideas heterodoxas. Y mientras, a uno solo le queda sentarse y leer, con el tibio lenitivo de revivir en otros sus propias cuitas.

jueves, agosto 07, 2003

La últimas lecturas de estos comienzos de agosto han sido dramáticas. Me refiero a que han sido obras de teatro: Lisístrata de Aristófanes y Muerte accidental de un anarquista de Darío Fo. Ambos textos son revolucionarios a su modo. El de Aristófanes mantiene una vigencia absoluta: las mujeres víctimas de la violencia de los hombres, el mordaz uso del chantaje sexual, la guerra justificada tan solo por intereses económicos. La farsa de Fo, sin embargo, es menos sutil, va directa al grano mediante el recurso del mundo al revés: el loco aporta las claves para esclarecer un crimen policial.
Bueno, ahí quedan esos momentos inolvidables: el marido griego con una erección descomunal "toreado" por una valiente mujer atrincherada en la Acrópolis; o el loco acompañado por los comisarios cantando "a las barricadas"...

viernes, agosto 01, 2003

Acaba de publicarse un sesudo estudio acerca de la posible autoría de Alfonso de Valdés del Lazarillo de Tormes (creo que la investigadora es Rosa Navarro y la editorial Gredos). No he tenido ocasión de leerlo, aunque seguramente, con independencia de lo acertado o no de sus hipótesis, supondrá una buena ocasión de acercarse a una de las mejores obras de nuestra literatura. Las andanzas de Lázaro son un ejercicio de maestría narrativa, tanto por su sentido como por su forma. Es cierto que Alfonso de Valdés conecta ideológicamente con las tesis que subyacen en la obra (como muchos otros -aprovecho para recomendar la fenomenal tesis de Marcel Bataillon Erasmo en España - humanistas preocupados por la renovación religiosa de la época).
Pero más allá de la ideología del Lazarillo está su valor literario, su capacidad para convertirse en una lectura siempre abierta, siempre sugerente, siempre divertida.
De nuevo, la persistencia de los clásicos nos asegura un punto de apoyo para mover el mundo, aunque sólo sea con la imaginación.