viernes, diciembre 28, 2007

Cada final de año hago balance de lo que he leído, de ese pequeño monstruo que crece en mí a ritmo inexorable. Tengo anotadas mis lecturas y observo la evolución de mis hábitos como Mendel observaba sus guisantes.
He llegado a varias conclusiones, aunque algunas prefiero rumiarlas y darles forma con serenidad. Sin embargo, es ya un hecho que me estoy haciendo un sibarita de los libros. Y digo de los libros y no de la lectura porque sigo leyendo de todo, lo que ocurre es que ya no compro libros como antes. Quizá estoy dominando el deseo compulsivo de acumular libros, de almacenar tomos comprados sin ton ni son en librerías de viejo, en rastrillos, en la cuesta Moyano.
En mis estadísticas veo que compro muchos, muchos menos libros. De igual modo, al comprar menos, no me importa pagar a precio de novedad. Fíjate, yo que siempre he vivido de libros de bolsillo...
Y ahora, me da un poco de miedo que esa evolución me lleve hacia libros caros, rarezas, joyas bibliográficas. Tal vez acabe convertido en un maníaco coleccionista que asesina a viejos libreros para apoderarse del Necronomicón, o de la Comedia de Aristóteles. Mientras tanto, seguiré leyendo un rato para aplacar a ese monstruo insaciable que crece y crece en mi interior.

sábado, diciembre 01, 2007

Hay cierto placer oculto en pasear a solas por la ciudad. Con ese ritmo tranquilo, casi sospechoso. Caminar sin rumbo. Contarte historias en silencio. Detenerte en una esquina sin saber qué camino tomar. Confieso que alguna vez he tenido que disimular, hacer como que esperaba a alguien, mirando el reloj, con cara de extrañeza. Era joven y me preocupaba lo que pensaban los demás. Ya me da igual. Ahora, me compensa el placer de vagabundear por las calles solitarias cuando la ciudad está en sus casas, frente a la cena, en el sofá. Sentir el golpe de viento frío al torcer la esquina. Oír mis pasos repetidos. Y cuando regreso a casa, vuelvo con la sensación del adúltero, con la leve culpa de un engaño que nunca lo fue. Y con la memoria llena de conversaciones conmigo mismo.

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domingo, noviembre 25, 2007

Sé que hay lugares que no visitaré jamás, gentes que no conoceré, vidas que nunca compartiré. Lo he sabido siempre y esa sensación me ha acompañado desde pequeño. He aprendido a convivir con la duda eterna de si esta vida que vivo es la que me tocaba vivir. Con la Duda. Y, al pasar los años, lejos de asimilar esa limitación humana, esa certeza de lo efímero de mis días, me abruma cada vez más la imposibilidad de abarcar el universo y hacerlo mío.
Hay noches en las que sueño que vuelo. Qué original. Y aprovecho para viajar por ese mundo inabarcable, mientras el sueño se convierte en el aleph, en ese agujero infinito que contiene la totalidad de lo conocido y lo ignoto. El despertar se convierte en una frustración, pues siempre me quedo al borde de ese abismo final, justo donde empieza a saciarse el ansia de plenitud.
Ya sereno, en la vigilia, me entrego a la lectura para vivir las vidas que nunca compartiré, para conocer a las gentes que nunca conocí y para visitar aquellos lugares que nunca visitaré. ¿O sí?

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miércoles, noviembre 14, 2007

Leo
compulsivo,
sin mesura,
a través de los días,
a través de los semáforos,
en el envés de las hojas.

Y de repente,
un suspiro,
y se apaga
la voracidad de ese gusano
que te despierta a mitad de sueño
y te pide renglones de tu vida.

Puede pasar un día,
que antes parecía una eternidad,
o una semana o un mes,
sin leer,
sin leer,
sin leer...

Sin leer lo que quiero
porque me alimento de renglones de prosa,
demasiada prosa de pantalla,
con lágrimas catódicas
puestos los ojos en ojos ajenos.

No leer es pasajero,
porque, si no lo fuese,
...
...

lunes, octubre 29, 2007

Se hincha tu ego como el aire de un globo, repleto de nada. Resuena en tu mente, mientras creces, el campanilleo de la alegría, como cuando escuchabas aquellos 99 globos rojos de la canción. Asciendes entre la admiración de los domingueros, de los paseantes, de los hombres de campo que caminan despaciosos. Y, cuando tocas el techo, te quedas ahí, con una sonrisa estúpida mirando a la multitud, creyendo de verdad que quieren ser como tú, estar donde tú estás, sentirse altos y libres, cuando sólo quieren mirar hacia arriba por huir del suelo, sin importarles quién diablos eres.
Acabada la fiesta, recogen sus picnics y te quedas allí solo, deshinchándote a un ritmo insoportablemente moroso, descendiendo una pulgada por día, cuando querrías bajar de golpe y quedar a dos metros bajo tierra, oculto a las impúdicas miradas de la plebe.
Pero eres insaciable y sabes que volverás una y otra vez a conocer las nubes; volverás domingo a domingo, verano a verano, a hincharte a llenarte de un pedazo de nada que para ti es todo. Aunque alcen sus miradas hueras, habrás descubierto que sólo tiene sentido subir cuando existe la necesidad de bajar, que sólo conocen el placer de la plenitud quienes alguna vez sufrieron el vacío, que sólo el otoño da sentido a la primavera.


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sábado, septiembre 29, 2007

La palabra persona viene del latín persona, máscara usada por un personaje teatral (a partir del griego προς, delante y ωπος, cara).
Lidio en la vida social en pocas ocasiones, pero, como persona, me coloco esa máscara que me define y oculta a la vez. Sé que soy distinto en función de quienes me acompañan. He descubierto que la madurez consiste en eso, en saber ponerse la máscara adecuada, en participar en una farsa en la que los papeles están definidos de antemano. Salgo a una función de la que desconozco el argumento, en la que incluso puedo ser la víctima al doblar la esquina.
La palabra persona nos define como máscaras, pues sólo las personas somos capaces de fingir la vida, sólo unos seres como nosotros somos capaces de convertirnos en personajes distintos y seguir siendo los mismos por dentro, seguir siendo unos completos desconocidos para quienes nos rodean, como actores de escena, como auténticos mentirosos.

Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/88864835@N00/34214919

lunes, agosto 27, 2007

Para escribir algo sensato, tengo que estrangular al filólogo que llevo dentro.
La lógica es aviesa camisa de fuerza y te constriñe hasta hacerte escribir frases como la que acabas de leer.
Mis mejores sentencias obedecen al impulso ciego de lo errante:
'Escribir es caminar sin rumbo hacia la esquina inferior derecha del papel'.

Imagen: www.flickr.com/photos/25747229@N00/271261115

martes, julio 24, 2007

Hay personajes de novela que configuran auténticos arquetipos universales. Don Juan, Emma Bovary, Raskolnikov, don Quijote...
La primera novela de Luis Landero fue Juegos de la edad tardía. La leí prácticamente al comienzo de mi carrera como filólogo, lo que la convirtió en una especie de acto fundacional. Es una novela sobre el acto de escribir, pero también sobre la realidad y la ficción, una novela llena de personajes herederos de Cervantes, una magnífica novela.
He leído después todas las novelas que ha ido publicando Landero a lo largo de los años. No han sido muchas, es verdad, ni tan buenas creo como la primera, aunque todas tienen ese toque cervantino que las hace apreciables.
Y también en todas ellas aparecen unos personajes con dobleces y llenos de humo. En la última de ellas, Hoy, Júpiter, que se acaba de publicar, se entrecruzan las historias de dos personajes marcados por la obsesión de un futuro que nunca llega, cada cual con su meta particular, tan distinta, tan parecida, como en la vida misma. Y un fondo de personajes secundarios también de retablo cervantino, máscaras, ficciones, engaños y humo, mucho humo.
Ha sido una novela extraña, un poco lenta y, a veces, sobredimensionada. Sin embargo, me parece que Landero ha reencontrado con acierto aquel camino que emprendió hace años. Y vuelve no sólo a Cervantes, sino a Calderón, a Góngora, a Quevedo, al humo, la sombra, la nada.

Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/62518311@N00/653742902

sábado, julio 14, 2007

Los veranos tienen algo de suicida. He terminado de leer Tokio blues (Norwegian wood) de Haruki Murakami, una novela sobre la que planea siempre un suicidio. Me ha gustado el ambiente, la banda sonora, las sensaciones que casi se palpan entre sus líneas, todo ese erotismo mórbido e ingenuo a la vez.
En cuanto al suicidio, cualquier adolescente tiene derecho a pensar alguna vez en ello. Es necesario reflexionar sobre nuestro propio poder como bestias humanas, sobre el alcance de nuestros actos extremos. Al entender esa posibilidad de aniquilación del yo, facilitamos la configuración de nuestra identidad como adultos. Quizá los suicidas no sean más que adultos que, por no poder regresar a su adolescencia incompleta, acaban ejerciendo su desmedido poder.
Y Tokio blues satisface ese regreso a la adolescencia, pues es una novela de aprendizaje, como una Bildungsroman a la antigua usanza. Pero también es una novela sobria y morosa, con el ritmo preciso para deleitarse en las palabras medidas del personaje. Y, para mayor satisfacción, es una novela intertextual, llena de guiños al lector y al oyente de libros y música de los últimos treinta años.
Y mientras uno lee, no para de pensar en lo solos que se quedan los muertos, siempre con sus eternos dieciocho o veinte años, siempre.

Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/37921614@N00/105827661

viernes, junio 08, 2007

No es justo que tenga abandonado este blog durante tanto tiempo. Por eso, me he ido a FlickrCC dispuesto a bajarme la primera imagen que saliera al azar e improvisar sobre la palabra que le dio origen.
¡Qué casualidad! LOVE. Vaya...
Hoy mismo me habían preguntado cuántas veces me había enamorado en mi vida, y apenas sabría certificar más de dos o tres ocasiones en que pudiese estar hablando de amor, amor. Y aun así, es tan distinto el amor con el paso del tiempo...
Hace un montón de años leí 'El arte de amar', de Erich Fromm. Seguramente, pocos enamorados a lo romántico aceptarían las tesis del autor, que viene a decir que amar es un acto de voluntad, justo lo contrario de esa idea sutil del amor como sentimiento irrefrenable y cautivador del que no se puede escapar. Para amar hay que esforzarse; lo otro es capricho, deseo, o cualquier otra cosa.
No sé si vosotros os esforzáis por amar. Vivimos en unos tiempos en los que esta cultura de lo fácil no fomenta esa visión abnegada del amor como acto volitivo. Tampoco sé si vale la pena nadar contra corriente y exigir a las meninges lo que niega el corazón (ya he caído en el topicazo...). Por otro lado, es tan tentadora la teoría del flechazo, que pocos se atreven a discutirla abiertamente, y menos si son sufridores de monótonas vidas en común.
El amor, el amor; tan poderoso como para alterar el azar y presentarse en forma de imagen en una noche en la que a alguien le apetece escribir y no sabe de qué.

Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/31751386@N00/7760134

jueves, mayo 10, 2007

Empecé a escribir este blog hace casi cuatro años. Fue flor de la curiosidad y en él se colaban ilusiones y alguna que otra rabieta. Por entonces, pocos sabíamos para qué servía un blog; yo aún no lo tengo claro, y quizá por eso sigo escribiendo en él.
Luego, justo en el boom de los blogs, multipliqué mi presencia bloguera ya con fines profesionales. Sacrificaba este rinconcito para las cuitas personales, mientras mimaba mi vertiente pública.
El caso es que, ahora, tengo dos personalidades escindidas: la pública y la menos pública, que luchan por mezclarse. En ocasiones visito en la red a algunos amigos que también son compañeros de oficio y no sé si debo entrar en sus dominios con mi cara personal o con mi cara profesional.
Ya sé que no soy el único que sufre esta dolencia del doble-usuario, pero, en la medida que crecen mis favoritos, la esquizofrenia es mayor. Y la tendencia a crear nuevas personalidades, nuevos usuarios para nuevos usos, me empieza a provocar urticaria.
¿En cuántos segmentos puede un individuo parcelar su identidad sin riesgo para su integridad? Doctor, ¿debo seguir dividiéndome cuál lúbrica ameba o mejor me reconstituyo en un único ser como el malo de azogue de Terminator?

jueves, abril 05, 2007

Libros, libros, libros, libros...
El tercer policía, de Flann O'Brien, sorprendente, distinto, con engaños, con cierta burla de los críticos serios, si los hay, una vuelta de tuerca a la narración convencional.
Estambul, de Orhan Pamuk, me descubre una ciudad desconocida, llena de sabores, a la altura del universo literario tejido alrededor de Nueva York o París, pero a la turca, y que entronca con mis lecturas de Galdós y Baroja.
El profesor, de Frank McCourt, muestra algunas de las experiencias que vivo a diario, satisface la curiosidad morbosa de ver a los otros en el trance docente y, sobre todo, ratifica algunas de las premisas educativas que pocas veces me atrevo a compartir con mis colegas.
Llámame Brooklyn, de Eduardo Lago, metaliteratura, metanarración, metáforas de la escritura al modo de muñecas rusas, con personajes-símbolo que se escriben y se fingen a sí mismos (creo que Frank, el dueño del bar, constituye el mayor logro narrativo de la novela, con esa labor de director de orquesta, de demiurgo sin saberse tal).

www.flickr.com/photos/29931767@N00/105783011

viernes, marzo 30, 2007

La realidad del mundo se presenta a nuestros ojos múltiple, espinosa, en estratos apretadamente superpuestos. Como una alcachofa. Lo que cuenta para nosotros en la obra literaria es la posibilidad de seguir deshojándola como una alcachofa infinita, descubriendo dimensiones de lectura siempre nuevas.

Italo Calvino

Llevaba, por lo menos, dos meses intentando encontrar un buen momento para recuperar esta cita. Cuando por fin me decido, encuentro aquí la misma referencia, incluso más elaborada.
Internet es una alcachofa infinita en la que nos repetimos sin cesar, sin cesar, sin cesar...

Foto: www.flickr.com/photos/49503154413@N01/100038316

jueves, marzo 22, 2007

Ayayayayyyy... Dónde nos hemos metido con los blogs (ya nadie se acuerda de las bitácoras, con lo bien que suena, a mar...). Anda la comunidad bloguera muy despendolada últimamente. Parece que se acabó la serenidad en los blogs profesionales (los otros nunca la han tenido).
Tenemos blogs de trinchera, reivindicativos, que esgrimen sus posts como poesías de guerra.
Blogueros hay ya que se retiran angustiados ante la avalancha de horas requeridas y ante el acoso de la prensa, de los lectores, de sus obligaciones familiares y de sus respectivos egos (sin acritud, pues yo mismo he escrito sobre esa quemazón).
Ya empieza a verse el 'no me copies, que me enfado', lícito, sí, pero inevitable en un medio como éste, tan vasto, tan basto.
Y las trifulcas por un quítame-allá-esas-pajas (con perdón): que si fulanito está trasnochado, que si menganito no sabe lo que dice, que si zutanito lleva meses diciendo lo mismo... y tú más.
Así que, tal y como está el panorama, no es de extrañar que necesitemos hiperventilación no digital. Habrá que volver a la letra impresa, abandonar por amplios periodos estos lares virtuales y dedicarse al cultivo de hortalizas u otros menesteres. Difícil será resistirse a la llamada de la red, pero todo se andará. ¿Para cuándo una ley anti-blog?; los que nos sentimos atufados la necesitamos ya.

miércoles, marzo 21, 2007

el ritmo que marca este medio
la música virtual enfervorecida
el pasar de los días
la fricción de las páginas
pasando una detrás de otra
enlaces y comentarios
retroalimentación
los días
los minutos
el ratón
derrapando en una curva cerrada
y las palabras
palabras
más palabras que suenan
como ecos de tu propia voz
con la mirada de toda esa gente
esperando a que digas algo
esperando
ahí
pendientes de ti
y tú ardiendo
deseando apagarte entre la multitud
y descansar

sábado, marzo 10, 2007

Ubi sunt?




Salgo a pasear por las calles en fiesta. La gente pulula enfervorecida, ebrios de alcohol y de juventud.
La vida es la misma mierda para todos nosotros. Ha pasado el tiempo y sólo hemos conseguido un punto de vista distinto de la escoria en que vivimos. Ayer yo era así y gritaba por las calles y cantaba y bebía y me burlaba de los viejos y de los matrimonios con hijos y toreaba a los coches que se metían por equivocación en el atasco si no era yo mismo quien conducía.
Ahora estoy al otro lado de la mierda, de la vida que no es mierda por desagradable, sino por efímera, por insustancial, por su nulo valor más allá del penetrante olor que uno percibe de ella.
Podría hacer un elogio de esos años, o una elegía. Pero sería revolcarme en la podredumbre de los días. ¿Para qué volver al otro lado de la vida cuando ya has apurado sus heces?
Y de todo lo vivido quedan esas canciones que configuran la banda sonora de nuestra vida, de nuestra mierda vida.
Sexo, drogas y rock'and'roll, ubi sunt?

domingo, febrero 18, 2007

Viento
Sopla por ahí un viento extraño, de voces que arañan en la cara. Sales a la calle y notas a la gente airada. En la mirada briznas de furia. Vehementes. Aventados.

Cada día me cuesta más no crisparme. Mantener la calma y no entrar al trapo. Pero ese maldito viento que cruza la calle y que se me viene a los ojos...

Voy a buscarme una recacha y me sentaré a ver si se calma este cierzo de odio.
Original image:
by: Beny Shlevich

lunes, enero 29, 2007

Hace una semana me miraba en el mar y no me encontraba. Quizá sólo soy un espejismo. Esta bonanza que vivo no parece real. Puede que esté en la plenitud de mi vida, en ese gozoso momento del que todos hablan cuando llegan a la vejez:
'Aquello fueron buenos años: tenía un trabajo que me gustaba, desarrollaba proyectos con encanto, disfrutaba de mi familia, iba a la playa a pasear en pleno invierno...'
Me siento tocado por el dedo divino. Miro atrás con desconfianza. Me veo y no me creo. Junto al mar, casi no había olas, menos que en verano. Sólo un tapiz que se balancea. Y mi sombra de gigante, pero eso sólo, sombra. Con mis sueños de gigante casi cumplidos, pero eso sólo, sueños.
He escrito hoy casi por compromiso. Ha pasado una semana: ha nevado y hace un frío del carajo. El paseo por la playa era una espinita en mis benévolos recuerdos. ¿Será cierto que sólo los infelices se abren camino a la gloria? ¿Estaré condenado a la mediocre vida feliz? ¿Por qué me pregunto estas idioteces, en lugar de disfrutar de la playa como cualquier hijo de vecino?
En fin, dudas de Robinson que no van a ningún lado.