lunes, enero 29, 2007

Hace una semana me miraba en el mar y no me encontraba. Quizá sólo soy un espejismo. Esta bonanza que vivo no parece real. Puede que esté en la plenitud de mi vida, en ese gozoso momento del que todos hablan cuando llegan a la vejez:
'Aquello fueron buenos años: tenía un trabajo que me gustaba, desarrollaba proyectos con encanto, disfrutaba de mi familia, iba a la playa a pasear en pleno invierno...'
Me siento tocado por el dedo divino. Miro atrás con desconfianza. Me veo y no me creo. Junto al mar, casi no había olas, menos que en verano. Sólo un tapiz que se balancea. Y mi sombra de gigante, pero eso sólo, sombra. Con mis sueños de gigante casi cumplidos, pero eso sólo, sueños.
He escrito hoy casi por compromiso. Ha pasado una semana: ha nevado y hace un frío del carajo. El paseo por la playa era una espinita en mis benévolos recuerdos. ¿Será cierto que sólo los infelices se abren camino a la gloria? ¿Estaré condenado a la mediocre vida feliz? ¿Por qué me pregunto estas idioteces, en lugar de disfrutar de la playa como cualquier hijo de vecino?
En fin, dudas de Robinson que no van a ningún lado.