jueves, mayo 10, 2007

Empecé a escribir este blog hace casi cuatro años. Fue flor de la curiosidad y en él se colaban ilusiones y alguna que otra rabieta. Por entonces, pocos sabíamos para qué servía un blog; yo aún no lo tengo claro, y quizá por eso sigo escribiendo en él.
Luego, justo en el boom de los blogs, multipliqué mi presencia bloguera ya con fines profesionales. Sacrificaba este rinconcito para las cuitas personales, mientras mimaba mi vertiente pública.
El caso es que, ahora, tengo dos personalidades escindidas: la pública y la menos pública, que luchan por mezclarse. En ocasiones visito en la red a algunos amigos que también son compañeros de oficio y no sé si debo entrar en sus dominios con mi cara personal o con mi cara profesional.
Ya sé que no soy el único que sufre esta dolencia del doble-usuario, pero, en la medida que crecen mis favoritos, la esquizofrenia es mayor. Y la tendencia a crear nuevas personalidades, nuevos usuarios para nuevos usos, me empieza a provocar urticaria.
¿En cuántos segmentos puede un individuo parcelar su identidad sin riesgo para su integridad? Doctor, ¿debo seguir dividiéndome cuál lúbrica ameba o mejor me reconstituyo en un único ser como el malo de azogue de Terminator?