domingo, marzo 23, 2008

En el revés de la comodidad hay un submundo que bulle
con su rencor nunca satisfecho y su vida al límite.

Es una realidad paralela y vergonzante que encaja en los goznes del bienestar
con la amenaza de cerrarse y pillarnos los dedos.

Puedo verlos felices en su ignorancia que es sigilo,
en su inconsciente preparación de una nueva era,
el siglo de Némesis, la diosa justiciera.

Mientras otros tapan
sus ojos
o les cierran
sus bocas,
hay quien llora por ellos,
desolado,
aturdido,
con vana esperanza de aplacar aquella venganza
que se cierne sin que nadie lo sepa;
ni ejecutores ni ejecutados, nadie lo sabe,
porque siempre es mejor apagar la luz y pensar que nadie atravesará la puerta .

Y soñar que seguimos siendo los únicos seres de este mundo.

lunes, marzo 17, 2008

De pequeño pasaba horas escondido dentro de los armarios o debajo de las camas. Había un ropero enorme en el pasillo. Tenía varias baldas de madera que me servían de escalera para llegar a una especie de altillo en el que simulaba ser tripulante de una nave espacial o maquinista de tren.
Debajo de la cama, con aquellos somieres llenos de hierros retorcidos, pulsaba los botones que me propulsaban a la estratosfera. Otras veces, desplegaba a medias el sofá-cama y lo convertía en un vehículo impresionante.
He pasado mucho tiempo jugando solo en mi infancia. Creo que en esas horas eternas conmigo mismo se ha gestado esta entrega a los placeres solitarios, al monólogo, a la conversación sin respuesta. A estas alturas de la vida, sigo pareciéndome a aquel niño. Sigo jugando a pilotar enormes máquinas desde un rincón solitario. A estas alturas, aún sigo pensando qué voy a ser de mayor. Y sigo dejando pasar las horas desde este altillo...