
Hay noches en las que sueño que vuelo. Qué original. Y aprovecho para viajar por ese mundo inabarcable, mientras el sueño se convierte en el aleph, en ese agujero infinito que contiene la totalidad de lo conocido y lo ignoto. El despertar se convierte en una frustración, pues siempre me quedo al borde de ese abismo final, justo donde empieza a saciarse el ansia de plenitud.
Ya sereno, en la vigilia, me entrego a la lectura para vivir las vidas que nunca compartiré, para conocer a las gentes que nunca conocí y para visitar aquellos lugares que nunca visitaré. ¿O sí?
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