
Me remuerde levemente la conciencia pensar que podría aprovechar mi tiempo en grandes empresas para las que estoy capacitado. Que podría llevar a cabo mil proyectos atractivos. Ideas que llevan tiempo ocupando la bandeja de tareas pendientes.
Pero aquí me quedo, viendo pasar las horas, abandonado a la molicie de los desocupados. Y una parte de mí se siente feliz por este pequeño placer, por este perezoso pecado.