
Y ahora, esta maldita carroña humana, cuando ve peligrar su chiringuito de ganancias indecentes, recurre a papá Estado, a ese estado que debía mantenerse ajeno a las normas de mamá Mercado, para que ponga orden y concierto, y unos cuantos billones a costa, de nuevo, de nuestros bolsillos.
He defendido muchas utopías y casi dejé de creer en ellas, pero viendo cómo nos venden esta basura de ideología económica, a la que, encima, debemos estar agradecidos por salvarnos de la crisis, me dan ganas de irme a vivir al monte y mandar a la mierda a toda esta gentuza que acabará convirtiendo este planeta en un vertedero monetario.
Ya está.