
de mayo en mayo,
con alguna recaída en invierno.
Este espacio se me queda ancho,
con la holgura
del traje postizo de un muerto.
Me asomo a su vacío
casi con el mismo pavor
con que me asomaría a mi propio ataúd,
y rebusco entre líneas
pedazos de vida
perdidos en los bolsillos.
Dejo naftalina
y rosas marchitas
con la esperanza
de no acabar
podrido.
De mayo en mayo,
me asomo a este féretro
y descubro mis reliquias.