sábado, noviembre 26, 2005

Una vez más -no será ni la primera ni la última- aprovecho esta bitácora para comentar las lecturas que llevo por delante. Primero la obligación y luego la devoción: leí, para recomendar a los adolescentes La piel de la memoria del grafómano Jordi Sierra i Fabra. Pese a ser una novela juvenil, estremece el argumento centrado en el tráfico de niños para servir de esclavos en las plantaciones de cacao. Sobre todo, la conmovedora mirada en el espejo deformante del Primer/Tercer Mundo, en el que se asoman por un lado los niños que toman su cola-cao, mientras en el otro agonizan víctimas de infecciones y torturas en las plantaciones.
Y, en un salto de género, leí también La piel fría -¡acabo de descubrir que he leído dos libros con títulos muy parecidos!- de Albert Sánchez Piñol, un antropólogo reconvertido en novelista al que auguro muchos más éxitos. En esta novela, en la que -inevitablemente, aunque sin reproche alguno- resuenan ecos de Lovecraft, Poe, Conrad y otros, el autor ha sabido dar el giro necesario para no caer en lo previsible, otorgando a su obra una dimensión mucho mayor que la asignada por su género. Así, lo que empieza siendo una novela de terror, acaba convertida en una indagación inquietante acerca de nosotros mismos, de nuestro sentido, de nuestros sentidos. En fin, chapeau.
Y mañana más.

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