lunes, octubre 29, 2007

Se hincha tu ego como el aire de un globo, repleto de nada. Resuena en tu mente, mientras creces, el campanilleo de la alegría, como cuando escuchabas aquellos 99 globos rojos de la canción. Asciendes entre la admiración de los domingueros, de los paseantes, de los hombres de campo que caminan despaciosos. Y, cuando tocas el techo, te quedas ahí, con una sonrisa estúpida mirando a la multitud, creyendo de verdad que quieren ser como tú, estar donde tú estás, sentirse altos y libres, cuando sólo quieren mirar hacia arriba por huir del suelo, sin importarles quién diablos eres.
Acabada la fiesta, recogen sus picnics y te quedas allí solo, deshinchándote a un ritmo insoportablemente moroso, descendiendo una pulgada por día, cuando querrías bajar de golpe y quedar a dos metros bajo tierra, oculto a las impúdicas miradas de la plebe.
Pero eres insaciable y sabes que volverás una y otra vez a conocer las nubes; volverás domingo a domingo, verano a verano, a hincharte a llenarte de un pedazo de nada que para ti es todo. Aunque alcen sus miradas hueras, habrás descubierto que sólo tiene sentido subir cuando existe la necesidad de bajar, que sólo conocen el placer de la plenitud quienes alguna vez sufrieron el vacío, que sólo el otoño da sentido a la primavera.


Imagen original: www.flickr.com/photos/39027808@N00/313353944