jueves, diciembre 14, 2006

Me estresa estresarme, pero, si no ando estresado, me estresa la inactividad. Muevo cien cosas a la vez, noventa y nueve inútiles y una absurda. Sin embargo, todo encaja. ¿Será que lo útil es algo inútil disfrazado? Porque, ¿qué es la vida sino un cúmulo de inutilidades que nos conducen al gran absurdo? Tanto afán, tanto afán... Me veis aquí, nos vemos aquí, de un lado a otro, siempre jodidos, siempre contentos.
Nada, lo dejo, que últimamente la cosa mística anda fatal (y la otra, también)

sábado, noviembre 11, 2006

Cuantas más palabras ajenas tengo, menos espacio les queda a las mías. Parece que hable un idioma extranjero, que viva todos los días en una lengua que no es la mía, que todo sea un esfuerzo baldío por entenderme con extraños.
No me encuentro la voz de tanto oírme en ese falsete. Me salen gallos cuando me pongo grave y corro serio peligro de que nadie me tome en serio.
Así lleno cuartillas en inglés, francés y arameo, hojas sin sentido que sólo sirven para olvidarme de cómo sonaba mi voz, de qué aspecto tenían mis letras.
Sólo me consuela una cosa: el hecho de estar solo hace que no importe qué lengua hable, pues no ha de escucharme nadie más que yo.

martes, julio 25, 2006

Vuelvo la vista atrás y remiro mis últimas lecturas como el condenado que cree que su vida ha de acabar en breve. ¡Qué trágico! Bueno, dediqué los huecos de junio a la lectura de 'Leviatán' de Paul Auster, de quien no había leído nada. Me hizo pensar que 'La velocidad de la luz' de Javier Cercas estaba estrechamente emparentada con ella... Seguí con los raros y me tragué 'El dios reflectante' de Javier Calvo: bien, bien, Hanif Kureishi, Martin Amis, Bolaño, algo se mueve en la literatura momia española, aunque después de esas sobredosis de locura, apetecen cositas relajadas como la última novela de Eduardo Mendoza. Estos últimos días he viajado en los trenes chinos con mi viejo Paul Theroux, muy oxigenante; en medio me comí la delicatessen de 'El último encuentro' de Sándor Márai, que me dejó turbado, como siempre ocurre con las buenas novelas. En las últimas horas he deglutido cuatro novelas juveniles, bastante sosas todas y que sólo recomendaré en caso de apuro (quizá se salve 'Llámalo X' de Marinella Terzi, porque cuenta bien una historia bastante banal por cierto).

miércoles, julio 12, 2006

Dice Céline en el 'Viaje al fin de la noche':

'Como promedio, el verdadero sabio necesita veinte largos años para efectuar el gran descubrimiento, el que consiste en convencerse que el delirio de unos no hace la felicidad de otros y que cada quisque en esta tierra está en pugna con la idea fija del vecino'

Tiene, además de esta, otras frases memorables que no puedo resistirme a copiar:

'La gran derrota, en todo, es olvidar, sobre todo, lo que te mata, y morir sin llegar a comprender jamás hasta qué punto los hombres son bestias. Cuando estemos al borde del hoyo no nos pasemos de listos, pero tampoco olvidemos; hemos de contarlo todo, sin cambiar ni una palabra de las lacras que hemos visto en los hombres, y entonces liar el petate y bajar. Es suficiente como trabajo para toda una vida'

'El pobre de este mundo tiene dos grandes alternativas de diñarla: sea por la indiferencia absoluta de sus semejantes en tiempos de paz, o por la pasión homicida de los mismos cuando llega la guerra. Si empiezan a pensar en ti, sólo soñarán en torturarte, y nada más que en eso'

Y otras que podrían figurar como aforismos de antología:

'Tener confianza en los hombres equivale a dejarse matar un poco'

'Casi todos los deseos del pobre están castigados con la cárcel'

'La miseria es gigantesca y se sirve de tu casa para limpiar las porquerías del mundo, igual que lo haría con una bayeta. Y siempre queda algo'

Céline, un autor extraño, polémico y lleno de fantasmas.
Acabo de encontrarme con otro que no soy yo. Me he buscado en google y ha aparecido un blog que he escrito sin saberlo. Con mi nombre. Con mi apellido. Dice cosas que he soñado alguna vez, que he pensado y que he temido, pero son palabras de otro. De alguien que se llama como yo, pero no soy yo. Lo juro. Tengo miedo de que alguien lea ese blog y piense que yo pienso eso. Miedo de que piense que yo escribo eso que pienso y no escribo. Incluso me aterroriza la idea de que ese que firma con mi nombre no sea quien dice ser, sino alguien que me sueña, que me imagina parecido a como soy, a mi propia idea de como soy. ¿Tenemos derecho a suplantar nombres? ¿Podemos suplantar ideas de alguien que se llama como nosotros?
Ahora no puedo dormir tranquilo sabiendo que alguien que se llama como yo puede estar escribiendo algo que debería escribir yo. Pero no me atrevo. Ni a escribir. Ni a pensar. Ni a dormir... por si me despierto siendo el otro.

martes, julio 11, 2006

Tejas

Tejas
unas sobre otras
dejadas caer
sobre ellas
el horizonte.
Al fondo
la montaña
más abajo
la playa.
Juegan las niñas
lejos.
Suena algo
viejo
ceñir cejas
una sobre otra
por debajo
el horizonte.
Algo hogar
holgar algo.
Y ellas juegan
las tejas
lejos.

martes, junio 13, 2006

Un maestro

Me acabo de enterar de que ha muerto mi maestro. Se llamaba Hipólito Álvarez -todavía conservo los boletines de notas del colegio, con su letra picuda, desmesurada-. Era un gran hombre, no me cabe duda. Hasta sus últimos días, veintitantos años después de tenerme como alumno, guardaba de mí un cálido recuerdo, y sus palabras de apoyo al saber que yo había seguido sus pasos para acabar siendo profesor, son testimonio de su maestría.
Don Hipólito era un hombre de claroscuros: parecía duro, casi guardia pretoriano, y, a la vez, educado y amable. Recuerdo que fue el primero que nos habló de la reproducción humana, en una época en la que los niños seguían viniendo de París. Se inflamaba con la memoria de los discursos de Castelar -qué raro se me hace todo, el sonoro nombre de Castelar en tiempos de Franco, con referencias a la Plaza del Caudillo, antes de Castelar, en esos años en que cuestionar los nombres era tan peligroso-.
Suena tópico decir que fue un padre para mí, pero lo cierto es que conoció a mis hermanos, a mis padres, a mis sobrinos y a mis hijas, así que formaba casi un anexo de nuestra familia.
He pasado buenos ratos, ya como padre, oyéndolo contar historias de jubilado en el parque. Historia emocionantes que formaban parte del patrimonio oral de cualquier español que se precie de su historia. Siempre le decía que tenía que escribir sus memorias, pero él ya estaba cansado.
Le perdí el rastro hace un año y pico. Tuvo que ir a una residencia -lamento no haber pasado a saludarle en más de una ocasión en que lo pensé-. Después yo me marché a otra ciudad y no había vuelto a saber nada hasta que hoy mismo me avisaron de su entierro.
Con él se muere una parte de mi historia, con él entierro algo de mi infancia.
Y me siento orgulloso de ser un maestro, de recoger en parte su legado.

sábado, mayo 20, 2006

Falsa autobiografía
Es posible que muchos de los matoncitos (bullying lo llaman ahora) que había en mis tiempos del cole se hayan convertido en probos ciudadanos; algunos habrán seguido las malas sendas que conducen a la trena o a los suburbios de la marginación. Pero lo que me atormenta hoy es que yo, que nunca fui uno de ellos, que siempre respeté las reglas del juego, oiga reproches acerca de no ser un tipo duro y que, con la edad aún tenga que soportar que me los pongan como modelo de hombre macho, muy macho.
Sobreviví en todos mis años de escuela entre chicos uno o dos años mayores que yo -por ser más listo de lo normal, me adelantaron un curso-, y tuve que lidiar con malas bestias que no entendían que un alfeñique -siempre fui poca cosa- los dejase en evidencia intelectualmente.
De este modo, y como auténtica herramienta de subsistencia en medios hostiles, desarrollé el mágico poder de la palabra, con el que llegué a convencerme de que todo se arregla hablando, que la violencia siempre es gratuita.
Me jodía bastante que las chicas no lo entendieran así. Y me elegían para hablar, pero para el ligue acababan con los malotes. Aquellos matoncitos seguían pisando mis ilusiones. Y todo por no ser un tipo duro.
Me estaba convirtiendo en un friki, nerd, como quiera que lo quieran llamar, casi condenado a matarme a pajillas oyendo a Kraftwerk o a coleccionar cromos del Lord of the Rings en una caja de galletas danesas.
Pero tenía la confianza de que cuando me relacionase con adultos, o mejor con adultas, mi don de la palabra superaría la falta de dureza. Y lo conseguí por un tiempo, pero, a la larga, todas acababan prefiriendo a tipos duros que las sacudían de un lado a otro, que les escupían palabras, esas palabras que yo veneraba.
Así que aquí ando hoy. Maldiciéndome por haber crecido entre matoncitos, por no haber tenido unos bíceps de arroba y media, por no ser mal hablado y cagarme en la madre que parió a todo el mundo.
He superado las barreras de la edad, pero en la última me he clavado el palo en la entrepierna, y en lugar de una blasfemia sólo me sale un grito en sordina, un educado mecachis que, como buen dialogador conmigo mismo, me consuela y me satisface como si fuese una pajilla mental.
En fin, más de lo mismo.

jueves, abril 27, 2006

He dejado pasar los días como un largo tren de mercancías cargado de recuerdos ruidosos. Acunado por el golpeteo monótono de las ruedas en las juntas, con la leve disonancia de algún eje travieso, me dormí en mis laureles. Ha sido un sueño galdosiano, de Fortunata y Jacinta peleando por su hombre, defendiendo sus pasiones, cada una la suya, tan iguales, tan distintas, mientras yo roncaba como un cerdo.
Así se me ha pasado hasta el día del libro, con sus voceríos y sus aires de mercachifle -qué bonita palabra para el certamen de la escuela de escritores; ¡mira que ganar 'amor',tan boba, sosa y cursi!-.
Pero mis olvidos se asubsanan siempre con una cita reparadora -una citirita- que me redime de mis largas ausencias. Como homenaje al libro, ahí os dejo una reflexión de Antonio Muñoz Molina:

'Basta tenerlos, saberlos dóciles al recuerdo o al gesto de la mano detenida en el aire que escoge un volumen o simplemente comprueba que siguen en su lugar exacto, basta percibir el orden y el numeroso silencio y oler el aire que los libros habitan, que tiene la misma quietud que el de las salas de los museos cuando se cierran sus puertas y los personajes de los cuadros quedan mirándose entre sí desde los balcones del tiempo. Como las estatuas, como todas la cosas inmóviles que cotidianamente nos acompañan y nos miran, en la oscuridad y en la noche los libros suelen agrandar su presencia, y uno es entonces el guardián ciego que los toca y los adivina y no puede verlos, igual que Borges en su biblioteca de Buenos Aires'.

Buenas noches.

lunes, marzo 27, 2006

Visiblemente afectado

la realidad
mis ojos en candil
goteando aceite
y un suspiro
para sofocar la pena
apenas leve

visiblemente
afectado

por las lágrimas
ajenas
por las sonrisas
propias
por las añejas sonrisas derramadas como lágrimas

visiblemente
afectado

por el desdén
en el desván
por la desmesura
del volcán
en el que se cuecen las desdichas de mi humanidad

visiblemente
afectado

por ti
y por mí
con estos ojos encandilados
y negros como aceitunas
que destilan como acre jugo
la realidad

visiblemente afectado

domingo, febrero 26, 2006

Interesan películas y libros inútiles. Bajo la excusa de que uno va al cine o lee un libro para pasar el rato y no para calentarse la cabeza, se comenten todo tipo de atrocidades contra el sentido común, el sentido artístico o, simplemente, contra la más mínima inteligencia humana.
Que la buena literatura y el buen arte suponen un ejercicio de libertad lo han entendido desde siempre en todas las culturas. De ahí que todos los poderes, también, hayan tratado de limitar ese ejercicio de creación y recreación lectora.
Mandamos y defendemos, que ningún librero ni impresor de moldes, ni mercaderes, ni factor de los suso dichos, no sea osado de hacer imprimir de molde de aquí adelante por vía directa ni indirecta ningún libro de ninguna Facultad o lectura o obra, que sea pequeña o grande, en latín ni en romance, sin que tenga para ello nuestra licencia y especial mandado (...)
Ni sean asimismo osados de vender en los dichos nuestros Reynos ningunos libros de molde que truxeren fuera dellos (...) sin que primeramente sean vistos y examinados por las dichas personas [obispos y arzobispos encargados de la censura], o por aquellos a quien ellos lo cometieren, y hayan licencia dellos para ello; so pena que por el mismo hecho hayan, los que los imprimieren sin licencia, o vendieren los que truxeren de fuera del Reyno sin licencia, perdido y pierdan todos los dichos libros, y sean quemados todos públicamente en la plaza de la ciudad, villa o lugar donde los hubieren hecho, o donde los vendieren; y más pierdan el precio que hubieren rescibido, y se les diere, y paguen en pena tantos maravedís como valieren los dichos libros que así fueren quemados.

Una Pragmática de los Reyes Católicos que confirma que los peores peligros que sufren los poderosos suelen venir más del pliego que del acero.

sábado, febrero 25, 2006

Imposible dedicar tiempo a estas labores. Sobre todo si estas malditas tecnologías se empeñan en no funcionar a tutiplén como se les exige (y como se le abona a la compañía correspondiente). Ando metido en la lectura de Fortunata y Jacinta, el novelón de Pérez Galdós -¡qué injusta boutade la de Valle-Inclán, llamándolo don Benito, el garbancero!
Hoy reflexionaba también sobre la artificiosidad de los géneros literarios, sobre la pesadez de los críticos y, en general, sobre el insistente vicio humano de clasificar y ordenar todo en cajoncitos con marbete florido. En el mismo género incluyen la Odisea, el Cantar del Mío Cid, los Cronopios, los milagros de Berceo y Crimen y castigo; en otro aparecen Catulo junto a Unamuno o Celaya; lo dicho, cajones para guardar trastos inútiles. Quienes leen, quienes disfrutan de la lectura, pasan por encima de los géneros, los ignoran y, si es preciso, los pisotean. Personalmente, considero igual de deleitoso un poema que un microrrelato; la Celestina o Cien años de soledad; Campos de Castilla o el Buscón. Para gustos se hicieron los colores y para alimentar a los críticos, los géneros.

viernes, enero 27, 2006

Ya la pregunta es: ¿Tienes página web o blog?
Se supone que todos tenemos una existencia virtual y quien no la tiene es como si no existiera. Hace unos años, unos siglos, la fama consistía en dejar tras de sí un libro, un monumento, un millón de muertos despanzurrados. Ahora estamos tan desprestigiados por la realidad que nos rodea que queremos deshacernos de ella, y para eso nos montamos un blog, nuestro paraíso inmaculado. El descrédito de lo real nos lleva a la absoluta nada, pues no nos equivoquemos: quienes, en mayor o menor medida, vivimos conectados a la red dependemos del capricho de cualquier mano que tire del enchufe y nos deje a oscuras. Así que huimos de la jungla humana y nos escondemos en la caverna del oso famélico.
Vamos, entonces, a no ponernos estupendos con estas líneas virtuales, no sea que nos pase como en el cuento de la lechera, y vengan Billermo Puertas, Jorgito Arbusto o Benito Laten y nos jodan el invento.

viernes, enero 13, 2006

Sobre la calidad de las bitácoras.
Todo lo que se factura a través del lenguaje es ficción. Los inventores del cine, la fotografía, vídeo, etc. creyeron haber descubierto la panacea para esquivar esa terrible maldición que supone la impostura del lenguaje. Pronto se dieron cuenta de que habían creado nuevos lenguajes, más o menos mentirososq ue las palabras. Partiendo de ese axioma por el cual asumimos que lo que llamamos verdades no son más que mentiras muy semejantes a la realidad, todo escrito (en la red, en un diario, en una enciclopedia) es comparable a la ficción, esto es, buena o mala literatura. Si debemos exigir, pues, calidad a un blog, exijámosle que mienta poco -o sea, que busque eso que llamamos información- o que lo haga descaradamente -es decir, que sea literatura-. A mí me gusta más lo último, porque siempre sé que todo es mentira, y no debo preocuparme por adivinar qué trola me han metido.

lunes, enero 09, 2006

Ya verán cómo de aquí a nada surgirán nuevos informes sobre el nivel educativo en España, sobre lo mal que van los estudiantes españoles en matemáticas, lengua, ciencias, etc. en comparación con Finlandia, Suiza o Uzbekistán (fíjense en los valores comparativos: siempre saldremos perdiendo en alguno de ellos).
Sinceramente, aunque estoy de acuerdo en que la cosa de la enseñanza no va bien (ya lo he apuntado en otros comentarios), desconfío de los catastrofismos. En las aulas, sigue habiendo de todo, como en botica. Y si vienen mal dadas, no echemos las culpas siempre a los chavales; ni al sistema. Todos somos cómplices.
De todos modos, el descrédito del saber es materia obvia en todos los ámbitos de nuestra sociedad. ¿Quién se preocupa ya por una redacción clara y ordenada? ¿quién conoce los rudimentos de la retórica? ¿quién rehace un escrito por cuestiones de estilo? ¿hasta cuándo se seguirá enseñando ortografía?
A veces, me gusta recordar aquella parábola en la que los fallos ortográficos desvirtuaban el significado de una frase (hay incluso un libro al respecto de ello Perdón, imposible):
El maestro quería explicar la vida del ermitaño y dictó a sus alumnos:
Comía como vestía, dormía sobre una vieja estera; la vida del santo.
Pero aquel díscolo alumno escribió:
Comía como bestia, dormía sobre una vieja; esta era la vida del santo.
Bueno, pues lo dicho, que no estamos tan mal como parece.

sábado, enero 07, 2006

Algunos militares españoles siguen pensando que son los árbitros de la democracia. Quizá lo único que les incomoda es tener que aprender catalán, algo extremadamente complicado cuando uno se comunica a base de monosílabos (recuerden la crucigramática voz de mando -AR-), o cuando se tiene como animal de compañía a una cabra.
En fin, que parecía superado el 23-F y nos ha salido otro militar protestón. Allá cada cual con sus ideas, hay que decir, pero ojo cuando el portador de tales ideas se halla al mando de medio ejército o del ejército entero.
Como decían los de la Polla Records en una canción acerca de la pistola: Mi culata y mi cañón / dan y quitan la razón, / delante o detrás, esa es la cuestión.