sábado, abril 11, 2009

Letanías de dolor. Exaltación de la sangre. Llagas que supuran un vaho de podredumbre bajo el calor de las cámaras. Todo un cuerpo místico entregado al delirio de saetas y vino.
La carne oculta. La carne tapada por el roce de la seda y satén. Erecciones involuntarias bajo el manto nazareno, inopinado capirote.
Un barrio, una ciudad, un país, la multitud aclama. No se sabe muy bien cuál es el motivo del fervor. El dios del amor, el dios de la paz solo contempla odio y destrucción. El sonido del látigo y el batir del tambor. A cara descubierta la santidad y bajo los mantos más turbación.

2 comentarios:

Talín dijo...

Magnífico. El comentario.

Te contaré un secreto: no he podido nunca, jamás, aguantar esos ritos, esas procesiones...

Y puestos a contar cosas, me habló un sevillano, no se me olvida su nombre Carlos González de Valdés Correo, ¡ay es na el nombre! que en algunas procesiones en las paradas se masturbaban. Y que eso se atrevió a narrarlo el novelista Alfonso Grosso y la censura franquista se lo cortó. No sé que verdad encerrará este cuento.

España mañana será republicana

Talín dijo...

Carlos González de Valdés Correa