lunes, enero 09, 2006

Ya verán cómo de aquí a nada surgirán nuevos informes sobre el nivel educativo en España, sobre lo mal que van los estudiantes españoles en matemáticas, lengua, ciencias, etc. en comparación con Finlandia, Suiza o Uzbekistán (fíjense en los valores comparativos: siempre saldremos perdiendo en alguno de ellos).
Sinceramente, aunque estoy de acuerdo en que la cosa de la enseñanza no va bien (ya lo he apuntado en otros comentarios), desconfío de los catastrofismos. En las aulas, sigue habiendo de todo, como en botica. Y si vienen mal dadas, no echemos las culpas siempre a los chavales; ni al sistema. Todos somos cómplices.
De todos modos, el descrédito del saber es materia obvia en todos los ámbitos de nuestra sociedad. ¿Quién se preocupa ya por una redacción clara y ordenada? ¿quién conoce los rudimentos de la retórica? ¿quién rehace un escrito por cuestiones de estilo? ¿hasta cuándo se seguirá enseñando ortografía?
A veces, me gusta recordar aquella parábola en la que los fallos ortográficos desvirtuaban el significado de una frase (hay incluso un libro al respecto de ello Perdón, imposible):
El maestro quería explicar la vida del ermitaño y dictó a sus alumnos:
Comía como vestía, dormía sobre una vieja estera; la vida del santo.
Pero aquel díscolo alumno escribió:
Comía como bestia, dormía sobre una vieja; esta era la vida del santo.
Bueno, pues lo dicho, que no estamos tan mal como parece.

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