domingo, noviembre 25, 2007

Sé que hay lugares que no visitaré jamás, gentes que no conoceré, vidas que nunca compartiré. Lo he sabido siempre y esa sensación me ha acompañado desde pequeño. He aprendido a convivir con la duda eterna de si esta vida que vivo es la que me tocaba vivir. Con la Duda. Y, al pasar los años, lejos de asimilar esa limitación humana, esa certeza de lo efímero de mis días, me abruma cada vez más la imposibilidad de abarcar el universo y hacerlo mío.
Hay noches en las que sueño que vuelo. Qué original. Y aprovecho para viajar por ese mundo inabarcable, mientras el sueño se convierte en el aleph, en ese agujero infinito que contiene la totalidad de lo conocido y lo ignoto. El despertar se convierte en una frustración, pues siempre me quedo al borde de ese abismo final, justo donde empieza a saciarse el ansia de plenitud.
Ya sereno, en la vigilia, me entrego a la lectura para vivir las vidas que nunca compartiré, para conocer a las gentes que nunca conocí y para visitar aquellos lugares que nunca visitaré. ¿O sí?

Imagen original: www.flickr.com/photos/28442702@N00/143762891

1 comentario:

María Paz Díaz dijo...

De alguna forma se puede vivir la vida de los demás a través de lo que quieren comunicar, debe ser por eso por lo que no siento la necesidad de viajar, porque ya estoy viajando ;)