lunes, enero 28, 2008

Encontramos en el Lazarillo de Tormes este Tratado IV que reproduzco completo:
Hube de buscar el cuarto [amo], y éste fue un fraile de la Merced, que las mujercillas que digo me encaminaron, al cual ellas le llamaban pariente. Gran enemigo del coro y de comer en el convento, perdido por andar fuera, amicísimo de negocios seglares y visitar, tanto que pienso que rompía él más zapatos que todo el convento. Éste me dio los primeros zapatos que rompí en mi vida; mas no me duraron ocho días, ni yo pude con su trote durar más. Y por esto, y por otras cosillas que no digo, salí de él.
En una obra que encandila por sus detalles, ese silencio de Lázaro y la propia brevedad del capítulo hacen pensar en la magnitud de lo que se oculta. En la literatura, como en la vida, siempre vemos la punta del iceberg. De ahí que los malos escritores se empeñan en vano mostrando el bloque completo, cuando el buen lector sólo exige lo preciso, el indicio mínimo que le sirva para seguir leyendo, para seguir soñando.
Numerosas son las obras que usan de ese principio de economía narrativa: Pedro Páramo, de Juan Rulfo, sería el paradigma de todas ellas. Pero, a la vez, cada vez son más difíciles de hallar en unos tiempos caracterizados por la desmesura en todos los niveles.

Imagen original: www.flickr.com/photos/41894166582@N01/8511218
Afortunadamente, me he topado con una novela que cumple con esos requisitos. Se trata de La carretera, de Cormac MacCarthy. Es una novela que me ha recordado las palabras finales de El corazón de las tinieblas de Conrad: ¡El horror!
Porque ese sentimiento nos acompaña en su lectura, breve pero intensa, cargada de un miedo indescriptible a la última página. Sin ser una novela de terror, lo induce; sin ser una novela filosófica, se proyecta en múltiples reflexiones; sin ser sentimental, descubrimos pulsiones básicas del amor filial.
Y lo mejor, los silencios; ese vacío narrativo que el lector debe llenar. Un vacío que, a medida que se va llenando, el lector preferiría no haber conocido. Porque en ese horror participamos todos.
No perdáis la oportunidad de leerla.

2 comentarios:

María Paz Díaz dijo...

Me la anoto Antonio, gracias.

antonio dijo...

Creo que no te arrepentirás.