domingo, marzo 23, 2008

En el revés de la comodidad hay un submundo que bulle
con su rencor nunca satisfecho y su vida al límite.

Es una realidad paralela y vergonzante que encaja en los goznes del bienestar
con la amenaza de cerrarse y pillarnos los dedos.

Puedo verlos felices en su ignorancia que es sigilo,
en su inconsciente preparación de una nueva era,
el siglo de Némesis, la diosa justiciera.

Mientras otros tapan
sus ojos
o les cierran
sus bocas,
hay quien llora por ellos,
desolado,
aturdido,
con vana esperanza de aplacar aquella venganza
que se cierne sin que nadie lo sepa;
ni ejecutores ni ejecutados, nadie lo sabe,
porque siempre es mejor apagar la luz y pensar que nadie atravesará la puerta .

Y soñar que seguimos siendo los únicos seres de este mundo.

4 comentarios:

María Paz Díaz dijo...

Terrible y acertada reflexión, sin embargo creo que la comodidad está muy bien calculada, no podrán atravesar la puerta porque hay quien la vigila y desea que no la crucen.

A veces digo, medio en broma, que lo que había que hacer es empezar por quemar el Parlamento, pero ¿qué haríamos después? eso es lo más dificil, plantearlo como una realidad, como un objetivo.

No disfruto de la vida sabiendo que hay quien no lo hace, pero tampoco sé cómo podría cambiarlo.

María Paz Díaz dijo...

Por cierto, en mi blog te espera el Premio Calidez, por este maravilloso blog :)

Un abrazo

antonio dijo...

Creo que somos cuatro idiotas los que sentimos remordimiento por vivir en el lado amable del mundo. Supongo que por eso los estados totalitarios se preocupan tanto de extirpar conciencias, para que las moscas cojoneras no les amarguen la velada.
Gracias por el premio.

Talín dijo...

Ya Frantz Fanon en su obra 'Los condenados de la Tierra' describía a los colonizados diciendo que estos no solo deseaban la propiedad del blanco y dormir en su cama 'y si fuera posible con su mujer'.
Pero para evitar eso estaban las fuerzas del orden: policía, ejército.
Cosa que la burguesía agradece. El filósofo Schonpenhauer, muy neutral él, le prestó a un oficial sus prismáticos para que apuntara bien al centro de las barricadas donde resistian los obreros alemanes.